Mucho se habla de esta cualidad misteriosa que es la "identidad" de un equipo. Sabido es que, dados los paradigmas del fulbo, depende mayoritariamente del criterio del DT de turno, y en rol secundario de las ejecuciones de los jugadores, el plan maestro a seguir para obtener buen juego y, como lo demanda el ambiente hoy, resultados.
Lo cierto es que, aún asumiendo que, por valores subjetivos, todos los equipos van a jugar distinto, existe un modelo a seguir para alcanzar vuelo futbolístico. Hablamos del mentado 4-4-2 que irrumpiera en la década del '70.
Dicha concepción arraigó profundamente en la cultura futbolística argentina. Pronto, se le impondrían características propias, acorde al presupuesto futbolístico natural del país, deviniendo en un 4-3-1-2, "en rombo", con un volante central de marca tradicional, un enganche y volantes por los costados, no tan apegados al despliegue, éstos últimos, hace dos décadas; su influencia en la creatividad del juego propiamente dicha fue disminuyendo progresivamente con la aparición del "carrilero", cuya principal función es ganar en velocidad, quizás un poco en desmedro de la técnica o del pase. Los marcadores de punta aportando en ambos frentes (defensa y ataque), un delantero centro con potencia y olfato goleador, acompañado de un ladero más ligero, apto para desbordar y asociarse, que puede jugar también más retrasado, a punto tal que puede volverse el encargado de la creación de todo el ataque de su equipo.
La fisonomía típica de un equipo de fútbol argentino, entonces, se resume a estos vagos números y al caudal futbolístico. De ahí en más, se puede variar, y mucho. El doble y triple 5, los centrales por las bandas, el "segundo 9" o los enganches en las bandas sirven como muestra para mostrar la plasticidad del esquema ante las distintas situaciones.
Mas no referimos aquí a la configuración de un equipo, sino a la dimensión histórica del surgimiento de esta referencia unívoca.
Ahondando en la historia del "fútbol táctico", se ve que los principales movimientos revolucionarios a nivel posicional en el deporte (el 2-3-5 inicial, luego el 4-2-4, el catenaccio, el fútbol total, la presión en bloque, nuestra posición favorita, la línea de 3 y el propio 4-4-2) fueron concebidos en Europa, su lugar de nacimiento. Es así que, viendo los apegos por racionalizar, y las tendencias de importación, Argentina incorporó casi osmóticamente los conceptos del Viejo Continente, mechándolos con el talento y la garra sudamericanos.
Lo que queremos decir es que no existe una identidad futbolística argentina propia. Tan sólo se creyó que existía, inspirándose en el colectivismo sajón, en desmedro de las verdaderas raíces del denominado "fútbol criollo", que hablaban de raptos de inspiración individual, y del fútbol como un arte. Progresivamente se abandonó ese concepto del juego en general, pero ese brillo jamás se extinguió. Es así que Brasil y la región del Río de la Plata destacaron entre los mejores semilleros del mundo, acunando a tres de los mejores cuatro futbolistas de la historia y jugadores de calidad indiscutible en todos los puestos, capaces de hacer frente a cualquier deportista de otra región.
Pero lo que acontece exclusivamente a Argentina es otra cosa. Lo mismo que impide que los directores técnicos referenciados como eminencias a nivel nacional (caso Menotti, Bilardo, Bianchi) triunfen en Europa. Con la excepción de Helenio Herrera, exponente del Catenaccio italiano del '60, ningún director técnico de aquí surgido logró lauros importantes. Discutiblemente, podría decirse que Valdano y Menotti aportaron algo, aunque a todas luces es poco.
Argentina como potencia futbolística, entonces, no aportó prácticamente nada en materia de juego colectivo propiamente dicho. Porque esa forma de entender el circuito de juego no le pertenece, es importada. Esa incorporación de ideas, que a primeras luces es una mejoría, deja de serlo si no se la piensa con los parámetros propios antes de aplicarla. Como la mayoría de las importaciones que se hacen aquí, se hacen sin usar la cabeza y es así que vemos cómo hace treinta años insistimos con laterales que no hay, vemos el doble 5 como una involución aunque se use en todo el mundo, y ponderamos al carrilero por encima del volante de juego (7 y 8 típicos de acá).
Claramente, este país tiene talento futbolístico para estar asociado al buen juego que su público y el periodismo pregonan. Es lógico; ése fútbol nos gusta a todos. Pero existen formas y formas de buscarlo. El fulgor individual es lo que siempre distinguió al jugador de las Pampas, por lo general con un equipo armado en derredor de uno para poder explotarlo. Aunque eso es tampoco es "la nuestra", como tampoco lo es el gran juego de toque y rotación que Cappa quiso imponer. Fue un error del discípulo de Menotti querer venderlo como la verdadera vocación argentina, siendo esa forma de ver el juego muy acertada y placentera de ver, pero no concebida aquí.
En síntesis, difícilmente se pueda asociar al país con una forma de ver el juego; ni siquiera las selecciones campeonas del mundo que nos representaron jugaban a lo mismo. O quizás, exista un esbozo identificatorio, pero con mucha menos fuerza que el paciente Catenaccio italiano (de donde se trajo al central por la banda), el eficiente y mecanicista planteo alemán o el exhuberante despliegue del 4-4-2 con doble lateral que se usa en Brasil.
Es improbable que pueda forjarse ese estilo autóctono sin evitar el vaciamiento, pero ese es otro cantar.
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2 comentarios:
vi esto gracias a tu comentario en la-redó, muy bueno
La identidad no es el origen de una estirpe, sino el modo representativo del yo. De manera que es erróneo el argumento según el que no existe identidad Argentina porque ha sido importada. Se importaron elementos que fueron formando junto a rasgos característicos de "lo argentino", y que al mezclarse y al evolucionar, dieron lugar a la identidad del fútbol argentino. La identidad es eso, lo que te representa y distingue más allá del origen.
Con el mismo criterio según el que la identidad es el origen de la estirpe, el tango no es argentino ya que también se originó en músicas extranjeras.
En cualquier caso, yo creo que en el fútbol la identidad no está sujeta exclusivamente a la manera de jugar, sino a otros condimentos que forman junto al estilo de juego, una representación que te distingue del resto. Boca no es solamente el equipo de fútbol ocasional o momentáneo, es además un color, una idiosincrasia de su gente, el barrio en el que se viven las emociones, una cultura que perdura independientemente del estilo del técnico o de los jugadores que forman parte del equipo. Cuando todo eso converge, hay una identidad.
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