domingo, 15 de enero de 2012

El negocio del fútbol

Muchas alternativas han surgido en los últimos 20 años desde los escritorios de Viamonte y Uruguay para tratar de subsanar la situación de los clubes que históricamente, y también circunstancialmente, formaron (y algunos de ellos siguen formando) parte de la Primera División de nuestro fútbol. Publicidad estática en las camisetas, cambiar los días y horarios de los partidos, para poder televisarlos y vender los derechos de retransmisión de los mismos al mundo entero, vender pases de jugadores o una parte de los mismos, incluso los de aquellos proyectos juveniles que aún no son jugadores hechos y derechos. Todo con tal de superar una situación económica dura e incontrastable: los clubes agotan los recursos propios y se endeudan con tal de seguir siendo competitivos, tener algún éxito cuando les toque, mantener viva la ilusión de sus hinchas, y de ese modo, seguir siendo directivos, que siga existiendo un negocio, “que el circo continúe”.

Los distintos cambios que se fueron implementando en los últimos años generalmente llegaban algo tarde y en calidad de paliativo, y sólo sirvieron para salir momentáneamente del trance, de manera tal de ser útiles para seguir el precepto básico de un famosísimo y exitosísimo conductor de programas de TV: “cambiar algo para que nada cambie”.
Todo esto permitió que la gran mayoría de los clubes grandes en convocatoria y con una historia apreciable en la máxima categoría, siguiera el juego de endeudarse para traer grandes figuras, las cuales podrían ser revendidas a mayor precio en caso de obtener un título nacional, y ni hablar en caso de llegar a instancias finales de una competición internacional, cosa que de por sí implica el mayor influjo de dinero a las finanzas del club. Claro que el fútbol es el fútbol, y sólo un equipo sale campeón, por lo que por una cuestión de neta matemática, sólo puede ser beneficiado de esta manera un conjunto – el campeón – o acaso dos o pocos más, dependiendo de la suerte dispar de cada cual. Este mecanismo, así las cosas, no siempre (por no decir casi nunca) genera sino más deudas, hecho por el cual finalmente, las CD de los clubes terminaban recurriendo al mayor prestamista que conocen estos pagos: aquél que es portador del anillo que reza “todo pasa”.
Mas allá de los problemas que trae aparejado endeudarse cada vez más y más, el fútbol doméstico nunca perdió competitividad ni emotividad. Siempre los diversos técnicos, en el margen de tiempo que se les dio a cargo de la conducción en cada equipo, se las arreglaron para ir superando como podían las dificultades (siempre limitándose a los clubes que hasta hoy o recientemente en el tiempo se mantuvieron en primera; no faltan los casos de clubes que no pudieron superar estos obstáculos y hoy se encuentran en el ostracismo puro y duro que son la B Metropolitana o el Torneo Argentino A), y al éxodo a veces masivo de jugadores, a quienes sistemáticamente se los reemplazó con otros surgidos de las inagotables canteras o traídos de otros clubes, sumado a algún que otro veterano que volvía de hacer su campaña en Europa ya habiendo recaudado lo suficiente. Entre 2001 y 2004, Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo, Velez y Newell’s ganaron al menos un torneo cada uno. 7 campeones de un total de 20 clubes en menos de 5 años hablan de una paridad única en el mundo mas allá de la existencia de los torneos cortos (Si habláramos de España, hablaríamos de 10 títulos del Madrid, 9 del Barcelona y un último certamen, acaso y con suerte, para los otros dieciocho equipos).

Pero luego del mundial 2006, algo se rompió. El negocio empezó a dejar de ser rentable en todo sentido, como si hubieran exprimido hasta la última gota de un cítrico y ya no hubiera más de las cuales extraer. Las deudas, ya crecidas a niveles inusitados, obligaron a los clubes (casi todos, salvo las excepciones conocidas por todos: Lanús, Estudiantes, Velez, Godoy Cruz) a vender no solo a sus figuras sino a aquellos jugadores que componían la base de sus equipos, a los cuales fueron sustituyendo de apuro con juveniles que no completaban su carrera en divisiones inferiores (y por ende, no desarrollen todo su potencial, sus actuaciones sean reprobadas y se conviertan en jugadores incompletos, malvendidos o baldoseros), o bien con jugadores del ascenso, o bien con jugadores desconocidos provenientes de los lugares más ignotos de sudamérica. El nivel de juego se deterioró, año tras año, mientras los dirigentes hacían malabares para cubrir los déficits económicos. Todo estos factores originaron y luego profundizadon una degradación futbolística marcada, cuya consecuencia directa fue la proliferación de planteos tácticos mezquinos (tanto o más mezquinos que la técnica de los propios jugadores) y una supermercantilización de todos los clubes, que intentaron crear una marca a partir de la imagen histórica de cada una de sus instituciones, la cual no coincidía con la devaluada imagen actual, que en realidad ya nadie quiso seguir comprando. Y ello sin nombrar otros artilugios para valorizar y promover la venta de un jugador, muchas veces de dudosas condiciones o totalmente inmaduro para la primera división: el tristemente ilustre bombo mediático, y la vidriera de una convocatoria a la Selección Argentina, ésta última de amplio uso hoy en día.
Sabidas las causas, únicamente era necesario esperar a que pase el tiempo para ver las consecuencias: clubes “chicos”, en terminos de dimension financiero-comercial e incluso en número de hinchas, del interior del país, con economías ordenadas y apoyo gubernamental de sus provincias respectivas se vieran en igualdad de condiciones con estos empobrecidos gigantes de nuestro fútbol, eventualmente se vieran enfrentados entre sí por un lugar en la máxima categoría, y en última instancia los desplacen de éste, el lugar que mantuvieron y ostentaron durante décadas.

El paradigma de relaciones dirigenciales turbias, en el cual “el presidente sátrapa X, que pedía permanentemente préstamos a JHG para solventar el fútbol del club, para luego cederle su cargo al supuestamente mucho más honesto Y, que se dedicaba a pagar las deudas que había contraído X, hasta dejarle su cargo a Z (usualmente crítico de su gestión y por qué no con apoyo de la prensa) quien por su parte volvía a endeudar al club” falló e hizo caer de divisional al club que quizás más recaudaba en todos los aspectos. Tal vez, este hecho histórico sirva para poder cambiar este modelo que está enquistado en la fisonomía de más de la mitad de los clubes de primera, a algún otro que básicamente apunte exactamente a seguir conceptos contrarios: equipos un poquito mas audaces, posiblemente más austeros desde el punto de vista del gasto al armarlos, a modo de equilibrar el balance entre pasivos y activos. Pero, al mismo tiempo, sanear las instituciones desde sus bases, haciendo hincapié en reforzar el trabajo de las divisiones menores (deficientes en lo que atañe a los conceptos, al entendimiento del fóbal), intentando respetar el tiempo lógico de los procesos de formación de jugadores, y así revitalizar esos estamentos, tan importantes para los clubes, que en definitiva forman una parte mayoritaria del patrimonio neto con el que cuentan. Nótese la importancia de la figura (nueva, que no todos han adoptado) del manager deportivo, verdadero nexo entre el club y los técnicos muchas veces aislados y renuentes a apostar al semillero, cuyo trabajo consiste en articular el plan, darle forma “a esto que hay que hacer”, con un trabajo sólido en primera división que despierte la atención de los simpatizantes, los sponsors y los grandes compradores internacionales. Y esto es sólo limitarnos a una visión estrecha de los clubes, olvidando que éstos, en su función de Asociación Civil sin fines de lucro, deben brindar prestaciones para su masa societaria, aunque sea evidente que esto es claramente secundario al andar del equipo en el campeonato.

No obstante y así las cosas, mucho de esto último es claramente algo muy necesario. Un dirigente debería ser muy mal negociante para pensar que, a la larga, vaya a ser bueno seguir vaciando el club. ¿Qué no le importa fundir al club? Nah, cómo se te ocurre… (?).

(Colaboración como editor (?) de este post, originalmente escrito por el amigo Kipzy, responsable de este sitio y de este otro)