
Qué sería del fútbol, sin Maradona.
¡Feliz cumpleaños Dié!
El 18 de Octubre de 2010, mientras muere el partido entre River Plate y Godoy Cruz por el campeonato local en el Malvinas Argentinas, Ortega mete un pase magistral para la reivindicación absoluta de Rogelio Funes Mori con el hincha riverplatense; el juvenil la baja con el pecho con envidiable destreza, define bárbaro ante un arquero que no se desentiende de la jugada, y anota un golazo que el línea no invalida. Sí lo hace el árbitro, quién desde una posición absurda declara una mano que no existió, y anula injustamente un gol del conjunto Millonario que hubiese marcado la victoria del conjunto. River pierde dos puntos, y Godoy Cruz (que ni ahí merecía perder) gana uno; para ambos la intrascendencia en mitad de tabla.
Como balance, quizás es hasta positivo. Una injusticia hace feliz a todos los argentinos, y otra apenas entristece a una parcialidad del público futbolero.
El problema es que siguen siendo injusticias. La gastada frase “si se puede evitar, no es un accidente” podría tomar un interesante restyling en este caso y aplicarse al fútbol. Hago memoria, y sin esforzarme recuerdo las siguientes situaciones:
En el repechaje europeo por una plaza en el último mundial, un histórico como el francés Henry marca un gol ante Irlanda utilizando su mano para tomar control de la pelota que envía al fondo de la red. Con dignidad, advierte al juez que cometió una infracción en el gol tras el final del partido; ante su inacción, comunica a la dirección deportiva del seleccionado irlandés que está dispuesto a comparecer ante la FIFA, pero ante su desinterés el resultado no se modifica: Irlanda queda afuera, y Francia entra en una copa de la que se iría envuelta en un terrible puterío escándalo.
En el 2009, año del Tiki Tiki, se enfrentan el equipo más vistoso del campeonato, Huracán, y el más sólido, Vélez, definiendo el primer puesto. La AFA designa a Brazenas como árbitro, y sobre el final del partido convalida un gol marcado tras una falta evidente y violenta, después de no haber cobrado un penal favorable al equipo contrario, y anulado un gol a Eduardo Domínguez. Vélez gana 1 a 0, y el campeonato se cierra con un campeón, que no fue injusto pero por el transcurrir de los fallos arbitrales y por claras simpatías hacia el juego del Quemero, se vio empañado. Brazenas, quien entendemos debe ser humano y como tal capaz de cometer errores, no vuelve a dirigir en Primera División, duplicando la injusticia del caso y haciendo de aquel equipo de Huracán y su DT, Ángel cappa, mártires.
Ahora bien, cabe preguntarle al más sensato hincha de Vélez, su sentir al respecto. Alegando a la moral, dirá que se vio beneficiado. Mas eso no opaca su evidente felicidad por ganar un torneo, ganando un partido histórico y chivísimo como hace tiempo no se veía en este futbol. Totalmente opuesta será la respuesta del fanático del Globo; aunque en su decir se verá mezclada la racionalidad con el dolor del lauro que perdió en aquel partido fatídico, la nostalgia el equipo irrepetible y la injusticia.
Asimismo, los hinchas de River, este lunes, están que trinan con Beligoy. No lo estaríamos si el gol anulado a Funes Mori hubiera sido el 4 a 1, por ejemplo. La intolerancia para con las ternas es directamente proporcional a nuestro pasional, ferviente deseo de ganar y a nuestros intereses, y guarda una relación inversa y triste con nuestras frustraciones.
En este ejercicio de la memoria me acordé de la maniobra de “La mano de Dios” donde Diego Maradona en su claro ilícito, nos hizo a 30 millones de tipos ansiosos de revancha, los más felices del mundo. Aún cuando pregunto si en el siglo XXI, y con todas las herramientas imaginables para evitarlos, sigue valiendo la pena mantenerlos, los errores arbitrales, en el blanco y negro inevitables, marcan cierta parte de la historia del fútbol. Que nos hagan sonreír o putear, es otra historia.
Andrés Pablo Burgos.-
“Si no le ganamos a Gimnasia, me circuncido con una cucharita de café”. (?)- Alexis Gabriel (30 años, 20 partidos vistos, 0 presencias en el Monumental)
River Plate, así se le siga negando la victoria, está promediando otro torneo mediocre. Hay tanto a esta altura de la competencia en el haber como en el debe: la defensa (partido contra N.O.B. y Quilmas aparte) está mostrando, sin brillar, un nivel superior al de aquella que penó durante todo el 2009, pero en el mediocampo se siguen perdiendo antes que ganando partidos. La promoción, aunque siempre vigente, no se ve tan amenazadora como al principio del campeonato. La punta, sin embargo, se ha convertido en un anhelo y hasta la clasificación a la Sudamericana del 2011 parece difícil; muchos pibes del club se han afianzado y se ha mejorado la jerarquía individual, pero el cuerpo técnico no ha sido capaz de ponerle nombres propios a posiciones claves en la cancha.
Como hincha de La Banda, he visto florecer desde hace un par de fechas lo que denomino “actitud San Martín”. Gran parte del público futbolero asociará el nombre del prócer a cierta platea del Monumental, cuyo alto costo ha ayudado a asociarla con el seguidor más tontamente “fifí” del club de Núñez, mal acostumbrado a lo que el club solía brindarle a sus ojos; el paladar negro es una característica histórica del fan riverplatense, pero la intolerancia ejecutada a determinado/s jugador/es o cuerpo/s técnico/s en base a los malos resultados deportivos del conjunto es una trademark del hincha de club grande, y en este momento de River en particular. Sírvame de ejemplo: Funes Mori obtiene 4 conquistas ante la red en las primeras 6 fechas con pasajes de fútbol realmente interesantes, y gana el clamor popular junto con el espacio en los principales diarios deportivos, con interés de la Juventus y todo, miralo al pibe (?); pasan 4 fechas más, sus hazañas no se repiten (sumado a un egoísmo que le significó perderse varios goles, entre ellos uno prácticamente hecho, a través de un pase a Pavone) y cierta parte de la familia del Monumental llega a compararlo con Andrés Ríos. Caminos similares han sabido transitar jugadores como Pereyra, Ferrero, y hasta hoy consagrados como Buonanotte o Carrizo.
Dándole un espacio a la reflexión podremos ver que Funes Mori, para mantener el ejemplo, no era un 9 consagrado durante su período “dulce”, ni tampoco merece ser la próxima incorporación de Sacachispas ahora que está negado con el arco; yace la apreciación en algún lugar intermedio, un gris que puede tornarse muy difícil de ver con la lente del resultadismo. Pareciera, a veces, que los números negativos reclaman sacrificios humanos, y cuerpos técnicos o jugadores irregulares suelen ser los primeros blancos.
Claro está que en esta situación hay culpables, de otro modo River tendría 30 puntos, y muy por el contrario, cosechó cerca de la mitad.
Uno de los responsables de este presente es, por supuesto, Ángel Cappa. Mucho de lo que puede decirse en contra de él, obviando su aspecto discursivo porque somos buenos (?), proviene de sus propias promesas no cumplidas: antes que parecerse a ese vistoso Huracán del Tiki-Tiki, este River se muestra como un equipo gustoso de poseer la pelota, pero para nada inteligente al momento de moverla. ¿Qué es, tácticamente hablando, lo más inteligente que hizo el equipo millonario en este Apertura? Acaso, y yendo a lo puntual, la posición que toman los defensores en la jugada del minuto 25 ante G.E.L.P., donde Román hace un pase hacia el corazón del área para Funes Mori. Extrapolándolo, hablo de la ubicación en el área de los defensores centrales en las jugadas de ataque. También puede rescatarse la proyección que dan Arano y Ferrari así como un buen rol en las primeras fechas de un hoy deslucido Affranchino como volante por derecha, pero mucho falta para que pueda considerarse a River un equipo que “juega bien” y mucho menos para pelear la punta.
Respecto a eso, la “Ortega-dependencia” parece una búsqueda de los jugadores por encontrar ideas donde no las hay; de allí el título de esta nota en referencia a la hilarante comedia de Jim Abrahams. Tal como Ángel Cappa destacó, Ariel ganó en inteligencia para ubicarse dentro de la cancha todo lo que perdió en despliegue físico; siendo entonces una opción casi constante de pase, el equipo parece encontrar en él la respuesta a toda búsqueda, “tocando la pelota al que sabe y esperando a ver que pasa”.El Burrito, a esta altura, no está en condiciones de tomarse un fernecito frío de cargarse el equipo al hombro; así, al no poder repetirse lo que Almeyda contribuyó a hacer en defensa, el equipo queda desarticulado en ataque y se vuelve predecible, buscando demasiado por el medio o abusando del centro (siempre válido como recurso, casi siempre estéril como método).
Cuando Falcioni ataca, en forma dura pero certera, tras el enfrentamiento ante Banfield, lo hace desde la posición y con la seguridad que le da un proceso de años a cargo de un equipo claramente asentado. Totalmente justo y obtenido de su trabajo, claramente. No es justo, de esta misma manera, juzgar a Cappa o al grupo de jugadores como a un grupo formado; por el contrario, corresponde darle el margen de error que merece como podría decirse también del Racing de Miguel Ángel Russo o, yendo aún más al extremo, del Independiente del Turco Mohamed, que igual empezó bárbaro (Nota del Editor: la concha de tu madre Hilario (?)).
¿Con qué derecho se critica rotundamente a Mauro Díaz, con 20 partidos en primera? ¿Con qué fundamentos se puede achacar la falta de conducción en un equipo que confía invariablemente en un Ortega en el ocaso de su carrera, acompañado por un grupo de juveniles habilidosos pero que no superan los 20 años? ¿Es válido tildar el paso de Cappa en River como mediocre cuando su proceso apenas ronda los 6 meses y diez partidos por los puntos?
Siendo imposible ver el futuro, quizás sea hora de dejar de lado la actitud “San Martín” de ver lo que River no tiene y empezar a tomar nota de lo que posee. Los últimos resultados en el Monumental tendrían que hacer las veces de baño de humildad. No obstante, parece difícil olvidarse que, hace diez años, era casi impensable empatar de local con equipos de la categoría de Quilmes y Gimnasia (la tabla de posiciones hoy los encuentra peleando por el último puesto). Pero hoy David mostró todo lo que Goliat no supo resolver.
Andrés Pablo Burgos