martes, 8 de febrero de 2011

Cuando no está el gato...

 Los ratones bailan. Y sí: los lectores encontrarán un doble sentido en nuestro título, dado que se dieron dos hechos que confirman por duplicado el saber popular: Argentina, aprovechando la ventaja numérica desde el vestuario y la frustración permanente de Neymar – producto de un muy buen trabajo de la defensa albiceleste en general y de Tagliafico en particular – derrota en un chivo partido del Sudamericano Sub-20 a Brasil. Y, en un evento mucho más importante para el devenir de este blog y la vida cotidiana de sus adeptos (?), el autor se está tomando unas muy merecidas vacaciones: su (nuevo) servidor desea fervientemente no bastardear tanto trabajo. Los partidos de la selección contra camisetas amarrillas comienzan a ser yeta, entonces.

 

Escribo en este momento para no guiarme por los resultados que se vean, a la postre, luego del partido contra Uruguay de hoy a la noche. La selección Sub-20 ha realizado hasta aquí un trabajo de menor a mayor, destacándose a partir de individualidades que supieron asentarse en desmedro de un trabajo colectivo poco aceitado, abiertamente ineficiente en un principio que mejoró ante Brasil al punto de poder decir “sólo falta un conductor” (Boca adquiere a Erviti, los hinchas de River prenden velas por D´Alessandro, All boys confía en un Ortega en el ocaso de su carrera; en fin, realidad permanente en el fútbol argentino, pareciera).

 

Si hay algo que se pareció siquiera a un conductor durante los partidos contra Chile y Brasil, fue el pequeño Iturbe: no quiero detenerme en él puesto que la grandeza de sus jugadas habla por si sóla. Con un pasado en un club de la primera de Paraguay con sólo 16 años, y siendo sparring del Mundial, queda claro que este chico tiene mucho para dar: su gambeta y frialdad ante el arco cerraron, consecutivamente, el partido contra Chile y Brasil. Gracias, pibe, seguí vacunando a la Verdeamarelha (?). Pero es digno de análisis la estructura del resto del equipo, y los factores que se destacan en esta nueva camada de jugadores que heredarán o no los pergaminos de una Mayor que, honestamente, entiendo de lo mejor en los últimos 15 años (a excepción de  los laterales, claro está).

 

Destape de la Pulguita aparte, asumo que gran parte del orden táctico que ganó la selección a lo largo del torneo se debe a dos factores fundamentales: la garantía absoluta que Andrada (al que sinceramente me encantaría ver en el Mundial Sub-20 y Juegos Olímpicos) ofreció en el arco sirvió para crecer en lo defensivo en un equipo que, de movida, parecía absolutamente desorientado. Se puede aplaudir también el trabajo del cuerpo técnico, pero la mejoría de Battaglia resultó obvia al ver las salidas desde el fondo; y esto por no mencionar, en el último partido, una habilidad para ubicarse en la cancha destacable para unos jóvenes valores que empiezan a transitar su carrera en el fútbol: hubo una inteligencia desmesurada de Tagliafico (a quien en la previa le tenía más lástima que a las incorporaciones de River Plate compadecía) para neutralizar a la estrella de Brasil, quien pasó más tiempo quejándose desde el piso que jugando y ganó muy merecidamente una tarjeta amarilla sobre el ocaso del encuentro. También se destacaron sus compañeros de zaga, quienes evidentemente no se percataron de que habían salido del vestuario hasta el décimo minuto del segundo tiempo, pero por el resto del partido la descosieron.

 

En los ingresados en el segundo tiempo, y durante el torneo en general, caben destacar dos factores. Mauro Díaz, precozmente tildado de pecho frío por la San Martín, entro con la cabeza bien iluminada para manejar criteriosamente el balón en un partido que no permitía margen para los errores, con Brasil buscando incansablemente el arco argentino y la albiceleste abusando del pelotazo a Iturbe-  Funes Mori (y luego Ferreira). Y hablando del chico de Banfield nacido en Lomas de Zamora, Chuky realizó un muy correcto trabajo durante el certamen,  sabiendo desbordar en los momentos precisos y tirando buenos pases. Salvando los obvios, me quedo con Andrada y Ferreyra entre mis favoritos: lo único que no entiendo de Facundito es si su idea es jugar de delantero de área nato (y Wikipedia no me ayuda), dado que se ha encargado de demostrar también que está muy verde en lo que a definición se refiere. Por lo demás, resulta muy agradable a la vista su inteligencia para arrastrar marcas con la pelota en los pies, y su claridad para optar entre pase y tiro al arco, concepto que no pareció aflorar en la cabeza del delantero de River: Rogelio, considerate en deuda (?).

 

Cierro el post deseando fervientemente una victoria ante Uruguay, rival difícil en la previa: esta selección, al menos por la mejora exponencial que ha mostrado, merecería un lugar en los Olímpicos. Y dejo a criterio de los lectores el paso por el blog en el próximo mes, en el que estaré bastardeado reemplazando al autor original (repetimos).


- Andrés

 

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