lunes, 7 de julio de 2008

De pichones de crack y litigios judiciales.

Hoy, las noticias deportivas apuntan en gran parte al conflicto institucional entre Recreativo de Huelva y Boca, originado por el traspaso de Sebastián Nayar al mencionado club español.
Este caso sienta un precedente en el rubro, ya que, a diferencia de otros proyectos de crack surgidos de inferiores que emigran a Europa (me vienen a la mente otros como Trejo, Osvaldo, o incluso Mariano Andújar), el "oso", como se lo conoce, tenía un contrato firmado con la entidad de la Ribera. Contrato que consta en los archivos de la AFA.
El club argentino, que está en todo su derecho a reclamar, apeló a la mano de Julio Grondona, que informó que no aceptará el transfer internacional del mediocampista y, por ende, no lo habilitará para jugar. Pero esto no es una gran ventaja, ya que el club español podría recurrir a los tribunales de la FIFA, y así conseguir un permiso transitorio, y ganar la pulseada.
Se sabe que el juvenil, como tantos otros antes que él, apeló a la Patria Potestad para poder emigrar a España. ¿Qué es la Patria Potestad? Según la Ley 23.264 "La patria potestad es el conjunto de deberes y derechos que corresponden a los padres sobre las personas y bienes de los hijos, para su protección y formación integral, desde la concepción de éstos y mientras sean menores de edad y no se hayan emancipado".

Quisiera hacer algunas observaciones sobre algunos puntos. En primer lugar, sobre la actitud de los padres. Conocidas por todo el mundo son las presiones que sufre un chico metido en el mundo de fútbol, presa de frustraciones y cargas que no le son propias ni le corresponden. No es extraño entonces, sabiendo ésto, que cada vez que se inaugura el período de cacería conocido como "mercado de pases", tome notoriedad algún culebrón por el transfer de un juvenil, ya sea al Huelva, a un club de Croacia (como he visto hace poco), a Boca o a River, o a donde sea. Anteponer un contrato jugoso a la integridad de un pibe que, si bien está ante una gran oportunidad en su vida, quién sabe si quiere irse del país (más sabiendo que podría jugar en Boca, nada menos) me parece tétrico. Es imponer condiciones a otro para el bienestar de uno. Es coacción, y goza de todo mi repudio.

En segundo lugar, también quisiera defenestrar la actitud deleznable que toman los clubes europeos, que se aprovechan, en todo el espectro que abarca la palabra, de los clubes sudamericanos (y también africanos) y roban - porque eso es lo que hacen - impunemente las divisiones juveniles de las instituciones deportivas. Esa actitud arrivista, solventada por el malestar de los países, el poder irrebatible de los euros y la influencia en los tribunales que imperan en estos conflictos, debería ser severamente castigada, además de impedida. Pero no tengo grandes expectativas: si bien podrían establecerse cláusulas que retengan a los pibes, o leyes que impliquen retribuciones económicas a los clubes perjuiciados, a la élite europea poco le importa. Si, total, tiran unos mangos y se llevan a los mejores, para luego tal vez nacionalizarlos, y lograr que defiendan los colores de sus respectivas selecciones. Todo esto no es nuevo, pero es una tendencia que ha recrudecido, en desmedro, por supuesto, de nuestro fútbol que, en épocas poscoloniales, sigue sufriendo saqueos.


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