miércoles, 10 de septiembre de 2008

Equivalencias.

El fútbol argentino es, sin lugar a dudas, un reflejo, una ventana si se quiere, que nos muestra la sociedad en que vivimos. Esto se da por las características únicas del país, que es uno especialmente futbolero. Distinto sería comparar, digamos, el rugby nacional, o el tenis, con la sociedad argentina. Y no digo esto en desmedro de tamaños deportes, sino porque es la redonda la que despierta las más profundas emociones del criollo promedio. Lo sé: muchísimos prefieren otros deportes, pero el fútbol, guste o no, manda en estos pagos.

Si nombré esta entrada "equivalencias" es porque no creo que el fútbol sea una vitina un cien por cien fidedigna. Por ejemplo, la presidencia De Facto que ostenta la cúpula de la AFA (sumada a otras presidencias que atentan contra las instituciones, como la de López en Newell's, o Vila en Independiente de Rivadavia), no coincide con el mando nacional, elegido democráticamente, y a terminar (espero) en 2011. Aunque todos estos mandatos tienen la coincidencia de haber sido elegidos en su momento, sea cuando este haya sido.

Pero no quiero centrarme en las diferencias. Mejor hacer un recuento, lo más objetivo posible, sobre los parecidos:
  • El primero que pensé, que es el que me dio la idea de escribir estas líneas, es el germen de la violencia instalado. Se podría decir que el alto contenido violento en todo espectro social hace que haya violencia en el fútbol. Pero también puede decirse que la violencia en las canchas es diferente al resto, porque dudo que un plateísta que grita desaforado sea igual en, digamos, la oficina en donde trabaja. Entonces, la violencia, que toma su punto cúlmine cuando toma vidas, existe. Y existe un paralelismo, porque se mata sin sentido. Por el aguante en un lado, por un robo en el otro.
  • La intolerancia, que es la que desemboca en la violencia. Porque puede manifestarse en prejuicios, por ejemplo, pero un acto tan común como chiflar al visitante lleva consigo un nivel de agresividad superlativo. La intolerancia para todo lo que no es del palo: sea una hinchada, un equipo, u otro deporte.
  • La falsa moral. Porque cada vez que tiene lugar una tragedia, surge una infinidad de indignaciones, de propagandas (como la de Clarín y la pelota con medias), las críticas, y toda una parafernalia detestable. Pero en el fondo nada cambia, y los hechos puntuales nunca se esclarecen, y así pasa el tiempo. Tomo el caso del hincha de Tigre, asesinado el día de su vuelta a primera, ¿Se hizo justicia? Lo mismo con Cromañón, por ejemplo: cuatro años y contando. Y quién sabe si irán presos todos los verdaderos responsables.
  • La Negligencia dirigencial. Los popes de la AFA se mantienen hace casi treinta años. Mirá si tuvieron tiempo de corregir cosas. Pero los gobiernos cortos de los distintos presidentes no escapan: Alfonsín estuvo seis años, Menem estuvo diez. Los Kirchner estarán ocho años. Y las cosas siguen estando en un nivel mediocre. Tiempo es lo que sobró.
  • La estructura mediática. Obviamente, no es lo mismo cubrir las noticias del mundo del fóbal que de un país. Hago incapié en el enfoque de estos medios, que responden al capital. En el caso del Olé (u otros diarios, o incluso segmentos o canales de TV), casi todo el espacio se asigna a Primera división, y en menor medida a otras divisionales, otras ligas, u otros deportes. En los medios, estoy harto del crimen de los narcos, de la reestatización de Aerolineas. Pero no sé qué carajo pasa en, por ejemplo, Catamarca. Hay temas que llegan a todo el país, porque afectan al Estado, o en caso del fútbol, a hinchadas numerosas, como Boca y River, que son tremenda mayoría. Y a eso se le da excesiva cobertura, llegando al punto del mal gusto, como el caso del Burrito Ortega, o de Nora Dalmasso.
  • Otro punto relacionado a lo de arriba, es la tranza. Las noticias que comprometen a pesos pesados no están en TV. Skanska, el tema de los pasaportes falsos para los futbolistas, los balances de River, los fondos para la campaña de Kirchner, o la sola aparición de Arsenal en primera, no tienen la repercusión que deberían. El arreglo entre corporaciones y dirigentes es histórico.
  • El nacionalismo exacerbado. Esto se hace carne en cada evento, llámese mundial, juegos olímpicos, como sea. Parecería un defecto exclusivamente del fútbol, si no fuera porque cada ganador-revelación-figura es entrevistado/a por la presidenta, es recibido con una placa en su pueblo natal y aparece en El muro infernal (?).
Estas cosas pueden cambiar. Pero el cambio es del sector más complejo al más simple. La maquinaria social convierte al fútbol en lo que es. La única salida es mejorar la sociedad. Y eso se puede lograr contribuyendo individualmente, apostando al largo plazo y tomando medidas que corten las cabezas necesarias.

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