Los primeros quince minutos del partido mostraron a la mejor versión del equipo nacional, en lo que va del torneo olímpico: precisión en velocidad, juego a uno o dos toques, sólido en defensa. Se tuvieron varias chances, algunas desperdiciadas por Aguero (que no anda muy derecho para el arco). Riquelme metió muy buenos pelotazos, como el de la asistencia al gol de Messi, que en velocidad es intratable. Se pasó al arquero y definió en un rinconcito. Bien Di María y Monzón, más el aporte fundamental del incansable Mascherano.
Después, se vio a la Argentina de siempre. Dejaron crecer al rival, que de la mano de Babel y Drenthe arriba, más el lateral Pieters (que no es Fabio (?)). Toquecito para atrás, para el costado, para atrás de nuevo, imprecisiones, faltas, un tiro libre para ellos. Toque para el costado, remate que se desvía y el rebote le queda a Bakkal, que por esas casualidades queda habilitado por Monzón, que no tuvo culpa en la situación. Tampoco Ustari, que lo fusilaron a dos metros.
Después del gol, el partido entró en un pozo que duró hasta el final del primer tiempo. Los europeos eran un poco más que los nuestros, se animaban un poco más, pero no eran claros, lo cual sumado a la buena tarea de Pareja y Garay, hicieron que durante el primer tramo no se pasaran mayores sobresaltos. En la albiceleste no aparecían ni Román ni Messi, que eran los que tenían la responsabilidad de cargarse al equipo. Las pocas que se generaron fueron malogradas por el Kun.
Promediando el complemento, sucedió el incidente: bochazo largo para Pieters, sale Ustari. Se pasa. En el esfuerzo por volver y recuperar la posición, se lastima. No sé bien cómo, pero rengueando vigila que la bola se fuera, se tira al piso, y ante una multitud atónita es reemplazado por el juvenil Sergio Romero, que nadie sabe cómo ataja. Pero el pibito se la bancó bien. Igual, alguien dígale al ex Racing que debe los saques de arco, se iban todos al lateral.
En fin, sobre el final Holanda se vino con todo, y sufrimos. Una de Drenthe por la derecha, un par de remates de Babel nos dejaron con el nudo en la garganta a más de uno. Pero no quisieron entrar, por fortuna.
Y así se fue el partido. El primer tiempo extra trajo como novedad la entrada de Lavezzi, que tenía que aprovechar el cansancio de la defensa naranja. No logró mucho. El que sería determinante sería, otra vez, Messi. Metió una asistencia maravillosa para Di María (que iba a salir), para que el zurdo ex Central - de gran torneo hasta acá - la metiera, certero remate de tres dedos mediante. Esto pasó cuando acababa el primer extra. Ya para el segundo, Angelito había salido. Lo que cambió fue el ingresante: iba a entrar Buonanotte, pero después del gol, Batista no quiso arriesgar y metió al ex xeneize Banega.
La desesperación fue creciendo entre los holandeses, que se tiraron al ataque con todo, dejando algunos espacios atrás que, si bien no causaron otro gol, permitieron al equipo argentino tener la pelota con calma y ganar algunos corners, más allá de un desborde de Lio que tuvo alguna cuota de peligro.
Y entre el asedio atolondrado (que encontró a los zagueros muy bien parados) terminó el partido. Argentina se medirá con el rival de toda la vida: Brasil. Por la otra llave, chocarán Nigeria y Bélgica, dando esta última el batacazo al dejar afuera a Italia: fue 3 a 2.
Pero bueno, eso es el segundo plano. Ahora todos esperamos el partido del año, entre el equipo del pueblo (?) Boca, y el Barcelona de Guardiola. Creo que aunque medio país no sea xeneize, más de medio país siente antipatía por el club catalán, después del caso Messi, así que ojalá gane Boca.
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