martes, 14 de octubre de 2008

La generación perdida.

Hace poco, creo que ayer, vi en un noticiero un informe acerca de un nuevo enfrentamiento entre "floggers" y "cumbieros", esta vez ocurrido en Mendoza. Las imágenes del video hablaban por sí solas: un grupo de jóvenes enardecidos atacando sin razón a policías, a alguno que otro desafortunado que pasaba y, obviamente, a los del bando contrario.

Los detalles del inicio de semejante trifulca fueron dignos de las faldas. Según los que elaboraron la noticia, todo empezó cuando una cumbiera y una flogger acordaron gentil y civilizadamente (?) encontrarse para agarrarse a piñas en algún lugar de la capital mendocina, que no viene al caso. Según las fuentes, una de ellas le había robado el novio a la otra, así que empezaron las firmas amenazantes en los fotolog, y todo quedó acordado. Pero como el deseo de vencer era tan fuerte, cada una llevó consigo como a veinte amigos, familiares y cercanos (?) así que los guantazos estaban asegurados. Lo curioso es que no es el primer evento violento que involucra a estas "tribus".

Resulta difícil ahondarse en las razones de semejantes actos. Definitivamente no tienen raíz en conflictos ideológicos: hablamos de movimientos que no tienen ideología alguna. Tampoco tiene que ver con la religión. Ni con el fútbol. Ni con hechos que hayan marcado cicatrices en la relación de estos grupos; es decir, nunca hubo una guerra declarada, ni asesinatos, ni cosas semejantes.
Lo cierto es que entre ellos no se pueden ni ver, y la única explicación tiene que ver con un sentimiento de intolerancia, que se hace carne cada vez más seguido: el que no es de los míos, es mi enemigo. Y bajo esos tintes, cuando la intolerancia se manifiesta en hechos violentos, ya hablamos de xenofobia. Esa reacción violenta es, además, vacía en lo intrínseco. No sé si soy claro con lo que quiero decir: no existe un justificativo coherente para el antagonismo entre floggers, emos y cumbieros; ellos se llevan mal y punto. No puedo evitar asociarlo con la "cultura del aguante" presente en las barras bravas de nuestro fútbol, término patentado por el genial Pablo Alabarces (en libros como "Crónicas del aguante. Fútbol, violencia y política" o "Hinchadas") y que, a su vez, se origina en factores socioculturales que ya escapan a mi escasa comprensión.

Tengo 18 años. Muchos de los pibes que dan vida a estos movimientos son mis contemporáneos. Sin embargo, me siento (como seguramente se sientan tantos otros) de alguna forma escindido de lo que es mi generación. Separado. Cuasi excluido. Tengo otra forma de ver las cosas, leo distintas cosas, escucho diferente música y hasta me visto de diferente forma. Y con esto no pongo en tela de juicio si es mejor lo que hago yo o lo que hacen ellos. Por el contrario, eso no es mi asunto y no soy quién para decidirlo.

Recomiendo un post de il Corvino sobre el tema.

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